Hoy vengo a compartir y reflexionar contigo acerca del poder transformador que tienen las palabras para la educación de los niños y niñas (y jóvenes).
Las palabras son constructoras de realidades emocionales y cognitivas para nuestros hijos y alumnos. Como educadores, ser conscientes del lenguaje que utilizamos cuando interactuamos con ellos y ellas, nos lleva a poder contribuir de manera significativa a su desarrollo emocional y a la percepción de la realidad más amplia.
Porque las palabras que usamos no solo comunican información, sino que también moldean la realidad que experimentan y tienen un impacto significativo en la percepción del mundo exterior y en el desarrollo de su inteligencia emocional.
Un lenguaje y tono de voz afectuoso y compasivo contribuyen a cultivar un entorno emocional agradable y rico para afrontar situaciones cotidianas.
Las palabras que utilizamos al interactuar con ellos, contribuyen a la formación de su vocabulario y creencias, sobre ellos mismos y el mundo que les rodea. Por ejemplo, si elogiamos sus esfuerzos y logros, por pequeños que nos parezcan, podremos contribuir a cultivar la creencia de que son capaces y valiosos.
Mantener vivo un tablón de pequeños éxitos diarios, puede ayudarnos a que se den cuenta de sus pequeños avances.
Los elogios y las palabras de aliento contribuyen a la construcción de la autoestima de los niños. Un lenguaje rico emocionalmente refuerza su sentido de valía personal, mientras que las palabras críticas pueden afectar negativamente su autoimagen. También el lenguaje que utilizamos, al abordar los fracasos o desafíos por cumplir, puede influir en su capacidad de resiliencia. Un enfoque de crecimiento («aún no lo has conseguido», «sigue adelante», «todavía no lo has aprendido» «estás en el camino para aprenderlo») que enfatiza en el compromiso, interés, práctica constante y valía hacia el aprendizaje promueve esa resiliencia, mientras que un enfoque negativo hacia su persona ante un reto por cumplir, puede echar por tierra su automotivación y generar en ellos resistencias ante próximas situaciones novedosas a afrontar.
Por otro lado, las palabras que escuchan de nosotros , los adultos, se convierten en su diálogo interno y su propio lenguaje. El modo en el que se hablan a ellos mismos, viene determinado en gran medida por el modo en el que los adultos nos comunicamos con ellos. Lo que escuchan y ven lo convierten en su realidad (su creencia, percepción y visión de lo que sucede).
«Eres lento», «soy lento»; «no te enteras», «soy lo peor». «Necesitas más tiempo «, «voy a seguir intentándolo»; «Espera a comprenderlo», «puedo preguntar cómo se hace».
El tono y las palabras que usamos pueden influir en la actitud de los niños para afrontar diversas situaciones. Un lenguaje positivo puede fomentar una sensación más placentera y, desde ahí, una mejor actitud y disposición para afrontar desafíos (mayor presencia ). Mientras que un lenguaje negativo es generador de bloqueos y resistencia (supervivencia).
Las palabras son herramientas poderosas para construir conexiones emocionales. Expresar amor, gratitud y aprecio fortalece los lazos emocionales entre padres e hijos, o alumnos y profesores, creando un ambiente más fluido y de apoyo emocional.
Aquí te dejo algunas ideas que puedes usar en el día a día:
1. Palabras que inspiran confianza: Cuando elogiamos los esfuerzos y logros de nuestros hijos, construimos su confianza. «¡Eres capaz de hacerlo!» o «Me encantó cómo llevaste ese desafío» les enseña que pueden superar obstáculos y aprender de sus propias experiencias.
2. Palabras que fomentan la resiliencia: En lugar de enfocarnos en evitar fracasos, podemos usar palabras que promuevan su capacidad de resiliencia. «A veces, las cosas son difíciles, pero cada desafío es una oportunidad para aprender y crecer» les enseña a ver los desafíos como parte del proceso de aprendizaje.
3. Preguntas que despiertan la curiosidad: Incentivar la curiosidad es esencial para el aprendizaje. El uso de preguntas abiertas como «¿Qué piensas sobre eso?» o «¿Cómo crees que podrías resolverlo?» «¿Qué ideas nuevas podrían ayudarte a avanzar en esto?» nutren la mente creativa de los niños y niñas y adolescentes y les animan a explorar nuevas ideas.
4. Palabras que cultivan la empatía: Fomentar el uso de palabras amables y compasivas crea un ambiente donde la empatía florece. «¿Cómo crees que se siente tu amigo en esta situación?» «¿Cuáles son sus pensamientos?» les ayuda a entender las emociones de los demás.
5. Palabras que estimulan el aprecio: Expresar gratitud y reconocimiento fortalece las conexiones emocionales. Decir «Gracias por tu esfuerzo» o «Realmente valoro mucho lo que haces» muestra a los niños que sus acciones son apreciadas.
Ten en cuenta que, a través de nuestro ejemplo educamos de forma silenciosa (tus gestos, palabras, acciones determinan su realidad).
Hace poco, hicimos un experimento en clase de desarrollo emocional. En una bolsa vacía, animé a los niños y niñas a introducir frases que les gustaría escuchar de los demás en situaciones difíciles. Luego, cada uno sacó de la bolsa un papel y leyeron en voz alta cada mensaje. Esta es una muestras de algunos de ellos.
Si te gustan estas frases, comienza tú a decirlas en tu día a día. Así, a través de tus palabras, contribuirás a transformar la realidad y sensación básica en los demás.
Si te apetece ayudarnos, nos encantará que nos escribas en los comentarios qué frase te gusta que te digan los demás en una situación complicada.
Además, os animo a realizar esta dinámica en casa o en el aula para que puedas conocer qué palabras valoran tus hijos/alumnos (no por una razón, sino porque mejoran sus sensaciones internas al escucharlas).
Puedes hacer después un mural de frases bonitas para inspirar y compartir con los demás.
Confío que os guste, inspire y anime a usar de forma consciente la bonita herramienta del lenguaje.
Coaching para Pequeños Héroes es coaching familiar, educativo e infanto-juvenil, talleres extraescolares conscientes, acompañamiento en AMPAs en favor del bienestar y la salud emocional de las personas.